¿Qué en tí, cuando tu hijo se enfurece porque no le compras lo que desea?.

¡Cómpralo, mamá, cómpramelo!

Por Dios hijo, ¡Nada parece ser suficiente para ti!,  te acabamos de comprar  uno muy parecido hace una semana.

¿Te has escuchado diciéndole algo parecido a tu hijo?, ¿Le recriminas o tratas de convencerlo de que no debería de pedir tantas cosas?.

Desear se vale. ¿Sabes cuánto gastan las compañías en seducir a tu hijo para que quiera comprar sus productos?… ¡Millones!.

Invierten en psicólogos y mercadólogos para que lo que ofrezcan sea una tentación y tu hijo insista en tenerlo. Saben muy bien que los padres de hoy no tienen la fuerza para resistirse ante sus demandas y terminan cediendo, ¡Ahí está su ganancia asegurada!.

Revisemos lo que te ocurre cuando tu hijo insiste en tener algo que no necesita o que no puedes pagarlo:

Te sientes culpable al verlo enojado: 

¿Qué te ha hecho pensar que es tu obligación tener a tu hijo siempre contento?. Ninguna persona puede estar siempre feliz y tu hijo no es la excepción. Cuando tratas de complacerlo sin medida, lo mantienes por siempre inmaduro, como un niño de 3 años egocéntrico, que cree que tiene que recibir lo que quiere en el momento, que cree que sólo sus deseos cuentan. En cambio, un niño que va madurando, aprende a aceptar la frustración de no siempre recibir lo que quiere, como parte natural de la vida.

Te sientes culpable por no darle suficiente atención:

Comprar por culpa sólo es un paliativo que te hace sentir bien momentáneamente. Pero no te dejes seducir por el espejismo de que estás cubriendo su carencia emocional. En vez de dar tu brazo a torcer, haz un espacio para darle lo más importante, tu tiempo.

Buscas la salida más fácil: 

Estoy de acuerdo en que un niño demandante es una lata pero, entre más cedas, más agravas el problema pues tu hijo se fortalece y tú te debilitas.

Tienes miedo a que tu hijo se quede fuera de la jugada: 

El miedo a que “La vida social de tu hijo se vea afectada para siempre si no tiene lo mismo que sus amigos”, es infundado. Este miedo surge de tu inseguridad y le enseñas a tu hijo que lo más importante es tener, en vez de ser.

Confundes deseo con necesidad:

El que tu hijo tenga la capacidad de exigir con vehemencia, quiere decir que tiene enormes apetitos y deseos pero no que estos sean una necesidad. Esta confusión entre deseo y necesidad ha llevado a muchos padres a sentirse mal cuando no pueden complacer todo lo que el hijo demanda.

La próxima vez que te pida algo tu hijo, en vez de contradecirlo o regañarlo, empatiza: “Sí, puedo entender que lo quieras, ¡Está precioso!, ¡Qué bonito diseño y que colores tan atractivos!”. Tu hijo se sentirá comprendido y que no está mal por querer tantas cosas, porque desear se vale, pero eso no quiere decir que todo lo que deseamos lo tenemos que poseer.

Cuando insista en que se lo compres responde tranquilamente, “En esta ocasión no te lo puedo comprar pero tal vez más adelante”.

Reconoce tu culpa y hazla a un lado. Repitete:

“No es mi obligación cumplir todos los deseos de mi hijo, al ponerle un límite lo estoy ayudando a madurar”.

Y al igual que tu hijo, ¡Aprende tú a sobrellevar ese momento incómodo!.

Rosa Barocio

Licenciada en Educación y Conferencista

 


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