Cuando Luisa escuchaba gritos, inmediatamente se paralizaba. Su padre había sido un hombre muy violento, la ley del grito dominaba en su casa. Aunque a ella lo evitaba a toda costa, cuando no le quedaba de otra, su única defensa era convertirse en el “Luchar grito contra grito”.
(Esta es la segunda parte de la historia de Luisa, ya publicamos la primera parte: “¿Sin gritos no hace caso?”)
-Luisa: Gaby, por eso odio tanto gritar en casa. Cuando veo que no me hacen caso, mejor me voy a mi cuarto o me hago la loca porque cuando exploto, sé que hago daño y es lo último que quiero.
-Gaby: Veo que cuando lo cuentas, tu cuerpo reacciona, tus puños se cierran, tu cara cambia de color y te salen lagrimas de los ojos, también noto que tu voz cambia… ¿Qué te está pasando?.
-Luisa: (Con voz quebrada). Me viene la imagen de mi papá gritando.
-Gaby: ¿Y qué sientes?.
-Luisa: Un nudo en la garganta.
Luisa se dio cuenta de que ante la energía desafiante de su hijo Andrés, automáticamente se convertía en la pequeña que sentía miedo ante su padre y escapaba o explotaba. Y mientras más ella escapaba, más la perseguía su hijo para hacerla explotar, porque era la manera en que hacía que estuviese presente y conectada con él.
Llegó el momento de que Luisa explotara, con la persona correcta.
-Gaby: Quiero que visualices aquí, delante de ti, a tu papá. Veo que cierras tus puños otra vez. ¿Qué te dice tu cuerpo que necesitas hacer?.
-Luisa: Lo quiero golpear, quiero hacerle lo que me hizo a mí.
-Gaby: Hazlo aquí. Este colchón es tu papá. Recuerda que estás en un espacio seguro, yo te acompaño.
Lo que siguió fue un trabajo muy intenso y liberador. Finalmente Luisa pudo descargar la rabia impotente que había guardado casi toda su vida. Explotar contra su esposo o su hijo, no resolvía nada porque ellos sólo eran un espejo momentáneo, en quienes proyectaba sus temores y su enojo. La ayudé a integrar su fuerza como adulta, y se dio cuenta de que ya no necesitaba temer a su padre, que ella ahora podía defender a su niña.
Cerramos el trabajo en un estado de gratitud y amor. Una vez tomó su poder personal, pudo tomar la otra parte de su padre, ese señor que no sabía cómo ser amoroso porque no lo recibió, pero que sí la amaba y siempre se lo había demostrado, a su manera.
Fue sorprendente ver cómo cambió con Andrés, el antagonismo desapareció, ya no era una niña luchando contra otro niño. Tomó su lugar como madre sin necesidad de explotar o hacer daño. Andrés notó que su mamá ahora estaba presente. Lo veía a los ojos, jugaba con él, y cuando le daba una orden sabía que hablaba en serio: “Por favor hazme caso” cambió a “Es hora de bañarte”. Más que un manejo distinto de su lenguaje, era un cambio interno, su energía era muy distinta.
Luisa transformó las súplicas, regaños, ruegos, negociaciones, sermones y explosiones en un liderazgo firme y amoroso. El trabajo continuó, sabía que necesitaba integrar las herramientas de la paternidad consciente porque no había sido criada de esta manera (Difícilmente das lo que no has recibido). Pero ahora estaba despertando su sabiduría parental.
Honramos profundamente el trabajo de los y las Luisas de todo el mundo. Sabemos que cada uno tiene una historia y un tesoro que descubrir y para encontrarlos, con frecuencia, hay que cavar hondo.
¿Cuál es tu tesoro por descubrir?, ¿Ya descubriste el tuyo?.
Con todo el amor y dedicación
Luis Carlos Flores y Gabriela González
Fundadores de Niños de Ahora
Creadores del Método Paternidad Efectiva®
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